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El origen de las Coyotas de Sonora: Dulces historias de tradición.

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En el vasto y cálido paisaje de Sonora, donde el desierto se encuentra con la sierra, no es solo la majestuosidad de su entorno lo que captura la imaginación, sino también las delicias que nacen de sus antiguas tradiciones culinarias. Entre ellas, las coyotas destacan no solo como un simple postre, sino como un emblema del legado histórico y cultural de la región.



Un dulce encuentro de culturas

La historia de las coyotas comienza en la década de 1950, en la encantadora colonia de Villa de Seris. En esta comunidad, María Ochoa González, inspirada por los relatos y sabores de su vecina Agustina Araiza, fusionó técnicas tradicionales con el ingenio local para dar vida a estas delicias. La preparación, típica de un pueblo que valoraba el calor de los hornos de leña, combinó ingredientes sencillos para crear un sabor inolvidable.


El nombre "coyota", evocador de un pasado de mestizaje, refleja la rica amalgama cultural que caracteriza a México. Simboliza la unión de raíces indígenas y españolas, y en cada bocado se saborea esa historia de encuentro y fusión. Pequeños "coyotitas" salían por las calles, vendiendo estas maravillas dulces, llevando consigo más que un producto: llevaban una conexión profunda con la identidad local.


Más allá del sabor: un símbolo cultural

Para los sonorenses, las coyotas son mucho más que un antojo: son parte fundamental de su identidad. ¿Quién no ha regalado coyotas a personas de fuera? Actúa como un puente entre la tradición y la modernidad, un pequeño tesoro que todos los que visitan la región deben probar. Desde las celebraciones más íntimas hasta los mercados más concurridos, las coyotas son protagonistas indiscutibles.


Comercializadas más allá de las fronteras del estado, y gracias a la visión de la familia de María Ochoa, las coyotas han cruzado hacia Estados Unidos, convirtiéndose en un embajador cultural de Sonora. Empresas como Flor de Capomo han sabido darles un lugar en el competitivo mundo de la gastronomía internacional, sin olvidar nunca sus raíces.


Evolución sin perder la esencia

Aunque el clásico relleno de piloncillo sigue siendo el favorito, las coyotas no han dudado en evolucionar, adaptándose a paladares más atrevidos. Hoy, se pueden encontrar con sabores como cajeta, guayaba y chocolate, sin perder nunca su esencia original. Esta versatilidad es una prueba más de la riqueza cultural que representan.

En la era digital, las coyotas han encontrado un nuevo nicho en redes sociales y eventos gastronómicos. Cada publicación, cada fotografía y cada historia compartida actúa como un homenaje al pasado, presente y futuro de este dulce tan especial.


Las coyotas de Sonora nos invitan no solo a degustar un postre extraordinario, sino a adentrarnos en una narrativa de mestizaje, resiliencia y tradición. En cada crujido y dulzor, encontramos la historia de un pueblo que ha sabido mezclar lo mejor de su herencia. Son un legado vivo que pide ser compartido, disfrutado, y sobre todo, recordado, consolidándose como un emblema de orgullo para todos los sonorenses. En cada coyota, hay un pedacito de Sonora esperando conquistar corazones de toda persona que descubra su historia.

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