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Ansiedad y ataques de pánico: ¿cómo identificarlos y qué hacer para mitigarlos?

2 min de lectura



Las crisis de ansiedad y los ataques de pánico alteran el estado de alerta natural del organismo, provocando malestar intenso sin una razón aparente. Según la psiquiatra Marlene Leticia Aranda Ponce, la ansiedad es una emoción básica que nos alerta ante un peligro; sin embargo, cuando esta respuesta se desencadena sin una amenaza real, puede convertirse en lo que conocemos como ataque de pánico.


Durante un episodio, la persona puede experimentar taquicardia, dificultad para respirar, sudoración, temblores y la sensación abrumadora de perder el control o incluso morir. La diferencia principal respecto a una ansiedad «normal» es que en el ataque de pánico el desencadenante no es evidente y la intensidad alcanza su ápice en pocos minutos.


La ansiedad persistente suele desarrollarse por estrés prolongado, preocupaciones constantes o sobrecarga emocional. En cambio, el ataque de pánico aparece de repente, “saltando” sin aviso. Atención médica es necesaria cuando estos episodios comienzan a limitar la vida cotidiana.


Estrategias para mitigarlos


Los especialistas coinciden en que el primer paso es reconocer lo que ocurre: entender que el cuerpo está reaccionando de modo desproporcionado ayuda a detener la escalada. Controlar la respiración —como hacer inhalaciones profundas y pausadas—, reconocer el síntoma (por ejemplo: “esto es un ataque, pasará”) y evitar pensamientos catastrofistas puede marcar la diferencia. La asistencia profesional también es fundamental si los ataques se repiten.


Aunque muchas personas experimentan ansiedad o ataques de pánico alguna vez, la realidad es que todavía existe un estigma que dificulta pedir ayuda. Y aunque las técnicas de afrontamiento funcionan, el verdadero reto está en generar entornos de contención, educación emocional y apoyo psicoterapéutico accesible. Además, estos episodios no son simplemente “nervios” o “estar alterado”, sino señales de alarma que requieren atención.


En un mundo que va a mil por hora, aprender a detectar las señales de la mente y del cuerpo, tomarse un respiro y buscar acompañamiento no solo es valiente, sino necesario. La ansiedad no desaparece solo, pero sí se transforma cuando se aborda con empatía, información y voluntad.




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